Lunes 22 de diciembre
Hoy ha sido el día de alegría, el día en el que más felicidad y jovialidad desbordan los telediarios. Realmente, todos los 22 de diciembre son jornadas de júbilo entre un puñado de afortunados con el reparto del Sorteo Extraordinario de Navidad de la Lotería Nacional. Satisfacción basada en algo tan perecedero y material como es el dinero, pero más que comprensible. ¿Quién no descorcharía una (y dos y tres también) botella de champán si llevase uno de esos décimos premiados?
Aquel que no ha resultado agraciado debe consolarse con hojear mañana algún periódico y comprobar si la fortuna lo ha tocado de refilón en forma de pedrea o, también muy recurrido hoy, puede decir lo de lo importante es tener salud.
En mi caso, soy uno de los segundos. Me temo que he de continuar otro año más siendo tan pobre como el que más. Y de salud…bueno, ahí vamos. Sin embargo, a estas horas de la noche, cuando ya acaba el día, me siento satisfecho. Es la sensación que he tenido cuando he acabado de leer mi primer reportaje serio. Sí, el primero.
En la carrera de periodismo, de vez en cuando, los profesores solicitan ciertos trabajos similares a los que entregan los periodistas en una redacción. En la mayoría de las ocasiones eres consciente de que entregando cualquier cosa medianamente aceptable, tu profesor, te calificará bien. Son muy pocas las ocasiones en las que un profesor te motiva tanto que decides trabajar como un PERIODISTA, con mayúsculas.
Entre otros trabajos, este año nos pedían hacer un reportaje objetivo. De esos que solemos leer en los dominicales y suplementos de la prensa escrita. Yo quería hacer un buen reportaje, quería llevar a cabo algo más que un relato con características de reportaje objetivo.
Concibo el periodismo como Ryszard Kapuscinsky; es decir, cada crónica, cada relato, cada obra periodística debe tener un objetivo. La acción del periodista debe ser intencional.
Mi reportaje se llama “Cuando la realidad da por culo”. Intento poner de manifiesto las dificultades que se le presentan a un adolescente gay. Encuentra tanto rechazo en su mundo real, en su realidad, que necesita crearse otra realidad paralela a través de chats o de salidas nocturnas a escondidas. Termina viviendo una parte de él en la clandestinidad.
Si soy sincero, esta no era mi primera opción de reportaje. Terminé por decantarme al estar con un amigo gay. Al ver como su día a día estaba lleno de trampas, de pequeños detalles, que mermaban su calidad de vida. Decidí, de esta modesta manera, homenajearlo.
Mi conocimiento acerca del mundo gay era, más bien, escaso. Empecé a documentarme sobre adolescentes gays. Visitar webs, ver estadísticas y sí, también entrando en chats. Me sentía periodista. En una libreta apuntaba todo los datos. Tenía post-its por todo el escritorio. Llegué a obsesionarme con el reportaje, a todos mis amigos les hablaba, les contaba las historias que me contaban a mí. Incluyo bromeaban conmigo diciéndome que al final yo…jaja.
Alguna de las historias que escuche por teléfono o me contaron a través del Messenger fueron estremecedoras. Sentí verdadero sobrecogimiento por algunos de esos chavales. Jonny, de trece años, fue el que más me impactó. Pero yo no quería ser el amarillento periodista de un tabloide británico, aparté los detalles más escabrosos de mi reportaje. Si al leerlo podemos pensar que es duro – vulgar en algunas ocasiones por el léxico empleado –, en verdad digo que he omitido aspectos que provocarían en el lector la misma angustia que sentí yo al conocerlos.
Pero mi fin no era ese. Mi fin era dar a conocer, no una historia puntual, sino una situación: la de muchos chicos adolescentes que no pueden decir aquello que sienten, por mucho que su entorno presuma de progresista.
Durante más de tres semanas he estado inmerso en este mundo, llegándome – incluso – a mover por esos ambientes cual homosexual de mi edad.
Esta actividad, la periodística, tiene sus ventajas – conocer a famosos, estar cerca de quiénes son tus ídolos, ser leído o escuchado por mucha gente… – y también sus inconvenientes. Lo de andar por estos ambientes, lo de tener que conocer a chicos gays de otras partes de España, buscar estadísticas etc. no ha supuesto, para mí, ningún inconveniente. Estas tres semanas he aprendido más que en meses detrás del vacuo mundo del famoseo.
Asique hoy, en el día de la lotería, estoy contento. Contento con mi primer reportaje realizado como un periodista de verdad, de los de nacimiento. Quizá el título irrite al profesor, o tal vez alguna falta de puntuación o, sin ir más largo, no sea un reportaje objetivo… da igual Todo eso me da igual. Que los suspenda si quiere. Mi satisfacción hoy no va a residir en algo tan efímero como el dinero o una nota académica. Mi satisfacción está en las felicitaciones de aquellas personas que lo han leído y, especialmente, en el agradecimiento tácito de quien me inspiró para llevar a cabo este reportaje.
Hoy, yo también estoy henchido de alegría.