domingo, 8 de febrero de 2009

Punto de Encuentro




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Es la web del programa de radio Punto de Encuentro que junto a un equipo confomado por 5 personas realizamos cada lunes de 6 a 7 de la tarde.


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jueves, 22 de enero de 2009

CUANDO LA REALIDAD DA POR CULO







Yon fuma lentamente un cigarro en la mesa de una taberna madrileña rodeado de viriles hombres que toman allí alguna tapa antes de regresar a cenar a casa. Es el fumar de aquel que se siente inseguro. Entre su jarra de cerveza y la nube de nicotina que lo envuelve, Yon va contándome cómo su padre es la versión bilbaína de esos obreros que se agolpan en la barra del bar.
- Bua, si yo le dijera a mi padre que me molan los tios me echaba de casa. ¡Menudo es mi padre!




Yon tiene 20 años, estudia ingeniería en Madrid y es natural de Barakaldo.




- Allí, en el País Vasco, mejor decir que te gustan las mujeres. Que te las follarías a todas. Allí el royo machote les va mucho.




Me habla de sus comienzos en Madrid hace ya casi tres años. El dejar atrás su vida en Barakaldo, su familia, sus amigos, su novia. Sí, Yon tenía novia.




- Todo esto empezó al venirme aquí a Madrid. Conocí a un chico gay en mi residencia de estudiantes y, aunque yo tenía claro que mi orientación sexual era hetero, me llevaba muy bien con él. Salíamos entre semana de copas. Empezó a enseñarme Chueca…




Una calada larga al cigarrillo que se le consume entre las manos. Llama al tabernero. Un ron con cola, cuando pueda.




- Y no sé, me empecé a interesar. Fue algo, no sé, la curiosidad. Yo que sé.




Su mirada se pierde tras de mí. Mira su reflejo en los espejos de la pared. Echa el humo para borrar el reflejo de su vista. Continúa con su relato. Sus primeros contactos en el chat de Chueca. Sus primeras palabras con chavales gays de diecisiete, dieciocho años… el primer encuentro vía chat etc. Un nuevo mundo nacía para Yon. Empezaba a sentirse cómodo en ese mundo, en esa realidad paralela. Sólo existía un problema:




- Lo jodido era que mi mundo comenzaba en la pantalla del ordenador, mi verdadero mundo. El que yo quería. Pero la realidad era otra, la realidad es la de no poder decir que te sientes atraído por un tío.




Le comento a Yon algunas de las historias con las que me he ido topando en el transcurso del reportaje. La expresión de su cara agradece ese respiro que le otorgo, agradece dejar de volver al pasado. Siente una especie de alivio idiota al comprobar, a través de mi relato, que no sólo él lo pasó mal. Historias como la de Abrahán también de Madrid.




Abrahán con 16 años tiene muy claro que le gustan los chicos. En el chat de Terra busca sexo. Me agregó a su Messenger y quizá se llevó un disgusto al saber que yo no buscaba lo mismo. Aún así noté que se sentía a gusto pudiéndole contar a un rostro anónimo sus inquietudes adolescentes. Su padre es gitano, su madre paya. Está solo en casa. Necesita contactar con alguien y quedar con él para acostarse juntos. No es primerizo.




- Cuando puedo, cuando estoy solo me meto en el chat y quedo con algún tío que me mole. Solo quiero sexo. Me gusta hacer guarradas.

- ¿Saben tus amigos lo que haces? – le escribo por el Messenger –.


- No, todos mis amigos son gitanos. No les puedo contar que busco chicos. No sabes cómo es ese mundo, sería una vergüenza.




No sólo pasa entre gitanos. El 32% de los chicos adolescentes de la Comunidad de Madrid no ven mal tratar despectivamente a los homosexuales. En el caso de las chicas es un 15%.
Al oír mi relato, siento que Yon comprende muy bien lo que debe pensar Abrahán. Yon me mira atentamente, su mirada me pide que prosiga.
Abrahán se ha llevado cierta sorpresa en alguna de esas citas vía chat, sin embargo, se resiste a modificar esta forma de quedar.




- Oye ¿y por qué no sales un día por Chueca? ¿Por qué no pruebas a establecer una relación con otro chico homosexual cara a cara?

- No. En mi mundo no puedo hacer eso. Lo mejor es lo del chat, puedo follar con tíos sin que se entere nadie. Además yo solo busco sexo. Yo de quien realmente estoy enamorado es del hermano del novio de mi hermana.


- ¿Tu cuñado?¿Qué edad tiene?

- Algún año menos que yo.


- ¿También es gay?

- No. Pero siempre pienso como sería besarle.

Sentí pena. Abrahán se refugiaba en el sexo y el chat para dar salida a sus sentimientos. En la etapa de la vida donde más grande y poderosa es la fuerza del corazón, un chico de 16 años debía mendigar por una realidad paralela para no romper los cánones que le dictaba su verdadero mundo. Abrahán cambiaría todo lo que tiene por estar junto a ese chiquito. Pero ni tan siquiera luchaba por ello, como hace cualquier chico de su edad enamorado de otra chica, porque ese iba a ser el principio de una larga serie de problemas.
Yon bebe con decisión su copa. Yo decido acompañarle. Havana 7 con limonada. Empieza a relajarse.




- Así estuve yo. De chat en chat. De cita en cita a ciegas. Saliendo de mi habitación de madrugada, cuando todos dormían. Montando en autobuses nocturnos para ir al sitio acordado. Ahora lo pienso y me entran escalofríos. Llegué a pisar, de noche, los peores barrios de Madrid, siendo un crío de 18 años.

- ¿Siempre salían bien esos encuentros?




- ¡Qué va! En esos chats todo el mundo se esconde de algo. Todos tenemos algo de lo que queremos huir y en un chat podemos crear nuestro yo perfecto. Una noche quedé con dos chicos. Uno tenía mi edad. Empecé a hablar con él por el chat de Chueca. Queríamos sexo. No teníamos donde. Contactamos con un tercer chaval que decía estar solo en casa. Allí fuimos. ¡No nos conocíamos ninguno!

- ¿Y qué pasó? – pregunté intrigado.

- El tercer chaval en cuestión resultó ser un hombre que rebasaba los sesenta años.

- ¿Y qué hiciste?

- Yo me quedé allí viendo la televisión. Puso una porno. El otro chico comenzó a masturbarse con la porno. El viejo se conformó con verle. Y como estas historias, te podría contar mil. Solo Dios sabe las locuras que he hecho.

Me llevé el vaso a los labios. Los tenía secos. Ya llevaba algunas semanas moviéndome por el ambiente gay en Madrid y contactando con adolescentes homosexuales de toda España a través de la red o el teléfono. Mientras Yon hablaba, en mi cabeza se iban superponiendo imágenes, historias, luces, sonidos, comentarios, cifras…




Según estudios, casi la mitad de los jóvenes gays en España sufre violencia verbal o física en las escuelas o institutos. Y de ellos, uno de cada cuatro piensa en suicidarse.
Necesitaba otro trago. Yon continuaba hablando.




- Conocí a un chaval de Florida. Estudiaba en España. Quedé con él y todo fue perfecto. Empezamos a entablar una amistad. Empezamos a ser amigos; bueno, amigos con derecho a roce. Él no quería reconocer su atracción por los hombres. Había momentos de discusión. Estuvimos juntos desde enero hasta septiembre que tuvo que regresar a EEUU.

- ¿Pero erais novios o qué?




Una sonrisa se dibuja en su cara. Debo parecer un ingenuo a ojos de Yon.




- No. Era algo raro. La vida cuando no puedes decir abiertamente lo que sientes…es siempre rara. A Clark lo tenía que presentar como un amigo que conocí en un campus de verano en Londres y que ahora estaba aquí estudiando en España. Era terrible. Tenía que montar una historia completa sobre su vida. Y conforme lo iba presentando a gente con la que me relacionaba yo en la facultad o en la residencia, la mentira crecía y crecía.




Mueve los hielos de su cubata. En el vaso solo quedan los cubitos. Mira fijamente la rotación del cristal.




- Lo más duro de todo era engañar a gente que realmente apreciaba. Amigos de verdad, en los que sé que puedo confiar y que, por aquel entonces, temía perder. Para ellos Clark era una persona que realmente no existía. Solo yo conocía lo que ocurría: Clark y yo no éramos conocidos en un campus de verano precisamente.



Imagínese a cualquier adolescente. Piense en la importancia que un chico a esta edad le da a sus amigos, a sus “hermanos” de la calle. La idea de mentirles debía pesar en alguien como Yon o como Abrahán mucho.
Lo mismo hace Tomeu de Manacor. Tiene 18 años y ninguno de sus amigos conoce sus verdaderas inclinaciones sexuales. Me cuenta que es bisexual, pero yo noto que sigue enamorado de su ex, un chavalito argentino que conoció a través del chat.




- Yo no pensaba en gays ni nada. A mí me gustaban las chicas. Cuando tenía 16 años aún no había perdido la virginidad con ninguna, pero no me planteaba irme con un chico.
Una tarde, en un locutorio, me metí al chat de Terra. Me habló Pablo. Me dijo que le gustaban los chicos pero yo me divertía hablando con él. Hablábamos todas las tardes por Messenger. Yo me iba al locutorio. No es que me gustase, simplemente me entendía con él.
Al mes decidimos quedar para ir de compras y eso. Tras beber algo y pasar la tarde juntos, me preguntó si podía besarme. Le dije que sí. Ese beso fue el inicio de una relación de año y medio que terminó hace 4 meses.




Le voy dibujando a Yon la historia de Tomeu. Escucha atento, parece una terapia. No me pregunta pero sé qué dudas tiene en su cabeza.




- Tomeu ahora, más o menos, está tranquilo – le voy diciendo entre trago y trago –. Sus padres ya lo saben, sus amigos no. Pero ha conseguido conocer a gente del ambiente gay de Mallorca con la que se lo pasa bien. Cada fin de semana decide si salir con un grupo u otro.

- Eso también me pasó a mí durante un tiempo – me interrumpe Yon –. Yo empecé a conocer gente que realmente valía la pena por el chat. Chavales como yo. Alguno con más experiencia y que me ofrecía ayuda, consejos ¿sabes?
Empecé a salir con ellos por Chueca. Empezaba a quitarme una losa de encima. Con mis amigos de clase comencé a dejar de quedar, me fui aislando creo. No aislando, sino que un mundo nuevo se abría ante mis ojos y, con él, gente nueva.


- Y ahora… ¿Qué ha pasado con los amigos de la facultad?

- Realmente nunca fueron amigos – Esgrime la misma mueca en la cara que indica mi ingenuidad, de nuevo, al preguntar- solo eran coleguitas de clase que quedábamos para salir de fiesta. Y simplemente pasó que encontré a otra gente con la que además podía hablar el problema que más me inquietaba.

- ¿Pero dejaste de relacionarte con los compañeros de clase?

- No. Lo que ocurría es que dejé de salir siempre con ellos, aunque eso sí, también me corría buenas juergas estudiantiles. En una de esas…le confesé a uno que era gay, que había empezado a introducirme en ese mundo.

- ¡Vaya, saliendo del armario!

- Bueno… me acuerdo que al poco lo terminaron sabiendo a través de mí los tres o cuatro chavales con los que mejor me llevaba. Esos con los que cuando te emborrachabas te hablaban de sus problemas, esos con los que mendigas apuntes a otras compañeras… Al cabo de unos meses todos parecían evitarme.

Ese es el miedo que, precisamente, tienen chicos como Tomeu: temen perder aquello que aprecian. Temen que el ser diferentes en un aspecto como la sexualidad haga que sus amigos los dejen. Y para Tomeu este no fue el único problema que sorteó con tan solo 16 años.




- Yo me saltaba clases para poder verme con Pablo entre semana. Los fines de semana estábamos siempre juntos y terminábamos haciéndolo en cualquier sitio: su casa, un parque, unos lavabos…

- ¿Nunca en la tuya?


- No. Lo más gordo fue cuando mis padres lo descubrieron. Se enteraron por la factura del teléfono que me hablaba con un chico y en el colegio le dijeron que faltaba a demasiadas clases. Ataron cabos y… ¡¡fue terrible!!

- ¿Qué pasó con tus padres?

- Querían denunciar a Pablo. Él me lleva poco más de un año y por aquel entonces él era mayor de edad y yo no. Querían denunciarlo por violación. Me llevaron a médicos para ver si se me pasaba… ¡cómo si fuera una enfermedad! Se creían que Pablo me había contagiado la homosexualidad. Fue el peor verano de mi vida. Todo eran discusiones, malos ratos…me quería morir.

- ¿Y ahora?

- Ahora bien. Más o menos lo han asumido, sin querer. A casa viene algún amigo, aunque no hacemos nada. Y cuando quiero ligar con algún tío me voy con mis amigos gays. Otras veces salgo con los de siempre.

Así es la vida de Tomeu a sus 18 años. Eligiendo a su grupo de amigos por su condición sexual. Contando a sus amigos de clase que Pablo era una chica de 18 años con la que estaba saliendo.




- Si yo te contase a ti cosas de esas… ¡Mil! Tener que mentir sobre qué hiciste el sábado y por qué no saliste con los de tu facultad…eso es una constante – me comenta Yon –. Y cuando llego a Barakaldo es peor aún. Allí nadie sabe que me gustan los tíos. Cada vez que voy siento que estoy atrapado y que vivo en una mentira. Mi verdadero mundo se acaba convirtiendo en una mentira. Padre, madre, amigos…todos forman parte de ella.




La angustia que siente Yon es la misma que percibo con tantos y tantos chicos con los que he podido hablar. Con Emilio, de Alicante. Gitano y gay, como su padre. A pesar de eso, ambos guardan las apariencias y buscan mujeres.
Jonny, de tan solo 13 años. Lo conocí en el chat. De entrada creía que yo también era un adolescente gay. Estaba obsesionado con el sexo, con el cibersexo.




- ¿Vas a querer quedar conmigo? Te hago lo que me pidas.




Me confesó que suele estar solo porque sus padres trabajan y aprovecha para ponerle la cam a otros del chat y masturbarse. Algunas veces, incluso también se la ponen a él. Otras, ingenuamente, Jonny piensa que al otro lado está quien le dicen que es.
Le pregunto si tiene hermanos. Me responde que uno. Mayor que él de 18 años. No le cuenta nada porque asegura que le rompería la cara.




- Mi hermano odia a los que son como yo. Dice que los maricones no valen para nada.




Y podría hablar de tantos chicos en situaciones similares. Como Adrián de Sevilla. Sus amigos no saben nada. Él mantiene relaciones con chicas para no levantar sospechas, pero se muere por estar con uno de sus amigos. Andreu, de Gerona, a sus 17 años no va a clase. Tampoco trabaja. Está en casa ayudando a lo que su madre le manda. Me cuenta que pasa largo tiempo delante del ordenador, que su habitación es como un reducto de tranquilidad donde puede esconderse de todo y que el chat es la oportunidad de conocer a chicos interesantes. No puedo llamarle, rechaza mis llamadas.




- Por favor, llamadas no. ¿No ves que estoy en casa y pueden enterarse mis padres? Mensajes todos los que quieras, tengo contraseña en el móvil. – me escribe por sms.




Son todos chavales de no más de 20 años. Chicos que comienzan ahora a saber lo que es la sexualidad, a sentir la necesidad imperiosa de dar rienda suelta a sus instintos más básicos. Más estudiosos o menos, con más cultura o con menos, trabajadores u ociosos, extrovertidos o vergonzosos… son como todos los adolescentes que conocemos, como todos esos adolescentes normales. Sin embargo, hay algo que separa a estos chicos de la normalidad, y no es su tendencia sexual, es otra cosa: la sociedad. Ellos no pueden manifestar su elección por miedo al rechazo o lo que es peor, la decepción en aquellos que los quieren. Tapan sus necesidades, ocultan su verdadera naturaleza para no hacer daño a su entorno, como si ellos tuvieran la culpa de algo. Entran en un armario para no hacer ruido aquí fuera, en su mundo real. Ese mundo real que no les quiere. Es entonces cuando a través de una nueva realidad, creada a partir de un chat, comienza una nueva vida para ellos en la clandestinidad. Adolescentes gays como presos políticos en regímenes totalitarios. Su crimen: amar a personas de su mismo sexo. Su cárcel: el armario donde les encierra la sociedad; sociedad que luego, tan hipócritamente, les invita a salir de ese armario.




Escribiendo este reportaje voy comprendiendo lo que sentían esos chicos cuando me rogaban que les mantuviera en el anonimato. Me voy acercando a lo que debe padecer un chaval de su edad cuya vida empieza donde se cierra la puerta de su dormitorio y hay una pantalla de ordenador y acaba en el silencio de los tabúes de esta sociedad. Todo lo vivido en la realización de este reportaje va proyectándose sobre mi recuerdo. Llamo a Yon.




- Yon, ¿y después de todo esto que me contaste en esa taberna qué?

- Nada. Después no hay nada. Todo seguirá igual. Ya he perdido bastante. He ganado también nuevas amistades, nuevas experiencias…pero no quiero que mi vida pasada vaya desapareciendo poco a poco. Soy el mismo chaval que jugaba y me divertía por las calles de Barakaldo. No he cambiado en nada…pero, ¿Quién lo entiende?


DAVID REDONDO

viernes, 9 de enero de 2009

La magia de la radio


La radio es un medio mágico. Creo que alberga un algo del que carecen otros y, a poco que la escuchemos, nos daremos cuenta.

Ocurrió que en uno de esos días de navidad en los que te reunes por la noche con tus amigos a tomar unas copas en casa de uno, hablando tranquilamente de unas cosas y otras salió el tema. Empezaron a hablar de fenómenos paranormales. Y uno de mis amigos habló del programa de Cuatro "Cuarto Milenio" que aborda esa temática. Yo me quedé observando la conversación porque me atrae ver la visión que la gente tiene de los medios de comunicación.

En un momento dado uno de ellos zanja tajante: "pero ese programa no es el mismo que en la radio". Se refería a la idea original de ese programa televisivo que nació fruto de "Milenio 3" de la Cadena SER.

"Ahí si que se notaba la magia de la radio". Y todos asintieron.


Todos hablaban de auténtico miedo cuando a altas horas de la madrugada escuchaban a través de un transistor, metidos en sus camas, los sonidos de Milenio 3. Eso es algo que nunca sentiremos en otro medio: ni leyendo una historia, ni viendo la mejor de las películas de este género...sencillamente porque la radio tiene esa magia.


Ponemos un pequeño aparato y a través del oido damos rienda suelta a nuestra imaginación. Experimentamos esa sensación que es fusionar el sonido que emiten y lo que nos produce al imaginarlo.


Ningún otro medio como la radio para hacer compañía. La radio es como un miembro más en una familia. Los locutores de radio son habituales comensales de nuestra casa.


Nos gusta oir en la radio lo que leemos en los periódicos. Oir los verdaderos debates sobre la actualidad en la radio y no esos montajes que hacen en TV.


Nos gusta oir la narración en la radio de los grandes acontecimientos que hemos podido ver en televisión. ¿o es que alguien no ha escuchado la narración radiofónica los penaltis del España-Italia en la pasada Euro?


Sencillamente por una cosa: la radio es un medio mágico.


Es el medio de los sentidos.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Grupos de comunicación, la enfermedad del periodismo en el siglo XXI


Viernes 26 de diciembre.


En los primeros años del siglo XXI se está gestando lo que en décadas venideras puede convertirse en la enfermedad que acabe con los principios fundamentales del periodismo: los grandes grupos de comunicación. Periódicos, radios, revistas, televisiones, páginas web… todo regido bajo un mismo consejo de administración. Como diría Kapuscinski, la última palabra ya no la tiene el periodista, sino que la tiene el ejecutivo que preside el medio. El periodismo está dejando de ser manejado por periodistas y va cayendo poco a poco en ejecutivos que sólo buscan ofrecer espectáculo que se traduzca en audiencia. Obviamente, la audiencia se traduce en dinero. Periodismo como empresa. Simple. Ese es el camino de nuestra actividad en los próximos decenios si nadie dice lo contrario.
Un reportero de un periódico, un redactor, cuando se coloca delante de la pantalla de su ordenador para escribir su artículo debe afrontar muchas dificultades censoras de antemano. En muchas ocasiones no puede citar con precisión sus fuentes asique, siguiendo los cánones del buen periodismo, debe verificar por otras vías esa información. Debe emplear un estilo cuidado para no herir a ciertas partes de la sociedad. Existen grupos de presión con los que no conviene meterse en un simple artículo para que tu carrera no caiga en desgracia… y, cómo si todo esto no fuera poco, el reportero también ha de velar por los intereses del medio en que trabaja, del medio y del grupo de comunicación al que pertenece el medio.
No solemos ver que ningún periodista pegue una rajada contra su propio diario o emisora de radio, entra dentro de lo previsible. Pero es que hoy día, tampoco puede emitir valoraciones negativas sobre otros medios del grupo. Cada vez aparecen más mordazas invisibles en el periodismo del siglo XXI.
Esta es una de las consecuencias para el periodista de la conversión de los en grupos de comunicación, de la conversión del periodismo en negocio. Se debería profundizar más en ella, pero quiero esbozar, no solo esta cuestión, sino el resto de perjuicios que creo que provocan la actual organización de los medios periodísticos.
También se está acabando con el periodista especializado. Toda la vida hemos visto auténticos tiburones del medio radiofónico, del medio escrito o de la televisión. A bote pronto, se me viene a la cabeza un caso muy significativo: Iñaki Gabilondo. Toda una institución en la radio. Su nombre debe ir escrito con letras versales en el medio radiofónico. La voz de Gabilondo forma ya parte de la historia de la radio española y, por supuesto, de la Cadena SER. Precisamente, esta emisora forma parte del mayor grupo de comunicación de España: el grupo PRISA. Hace ya unos años, el grupo PRISA decidió emprender una aventura en la televisión en abierto con el canal Cuatro. Fruto de esa des-especialización periodística en el que los profesionales van de un medio a otro o en todos a la vez, Iñaki Gabilondo dio su salto a la pequeña pantalla para conducir los informativos de la cadena.
Ahora, dos o tres años después, la mayoría de las opiniones hablan de gran error. A mí, particularmente me da pena ver como un periodista que lo ha sido todo en la radio se está batiendo el cobre entre la mediocridad viendo como otros luchan por los laureles televisivos.
Es solo un ejemplo, pero es bastante ilustrativo. Frecuentemente vemos en televisión a periodistas de la radio, leemos en la prensa a periodistas televisivos – en este caso es peor, porque muchos profesionales del medio televisivo no son, ni siquiera, periodistas – y escuchamos en radio a profesionales de prensa escrita. Como juntar en un cuenco todo y removerlo. Esto degenera el producto final que se le ofrece al espectador/oyente/ lector. Un periodista puede ser un genio en el medio escrito, puede ser el mejor – Francisco Umbral podía ser un ejemplo –, pero no por ello debe serlo en la televisión o en la radio. Que Matías Prats sea uno de los mejores presentadores de informativos de televisión, no significa que pueda conducir un magazine informativo en radio o su pluma sea tan exquisita que le sea lícito tener una columna diaria en un periódico.
¿Por qué no dejamos que los mejores en cada medio – escrito, radiofónico o televisivo – desarrollen su tarea en él y ya está? ¿No es mejor ofrecerla a nuestra audiencia los mejores profesionales en cada medio sin necesidad de degradar al propio periodista? ¿Es posible que un periodista sea bueno en todo? Si no es posible, ¿por qué nos hacen creerlo?
Sencillamente, porque han convertido – están en ello – el periodismo en un negocio y sale mucho más rentable. Sale más barato que un mismo periodista escriba en un periódico, tenga un programa en la radio y sea contertulio en los debates de televisión. Eso sí, todos perteneciendo al mismo grupo de comunicación. Además de resultar más barato, a corto plazo los resultados son mejores. El nombre de ese periodista que vemos hasta en la sopa dota de credibilidad y de prestigio al medio. La primera vez que vimos que los informativos de Cuatro los conducía Iñaki Gabilondo le dimos un voto de confianza. ¡El gran Iñaki! Sí, pero en radio. Si hubieran puesto una cara anónima tal vez, ni hubiéramos concedido ese beneficio a la duda.
Y la última consecuencia de este mundillo de los grupos de comunicación recae en la propia actividad. Se están reduciendo las oportunidades laborales. Quizá ahora se oferten más puestos, pero la oportunidad de llegar a ser un buen periodista es menor. Sencillamente porque los consejos de administración, que son los que tienen el timón, no quieren buenos periodistas. En primer lugar quieren a aquel que le proporciona audiencia, sea de la forma que sea. Y en segundo lugar quieren nombres. Nombres que por sí solos traigan audiencia.
Por eso hoy el periodista es una especie en vías de extinción a favor del profesional de la comunicación. De las facultades de Ciencias de la Comunicación no saldrán periodistas, sino profesionales de la comunicación que es lo que demandan esos tiburones empresariales que dirigen los medios.
¿Tiene esto retorno?

Amistades y rigor (II)


Miércoles 24 de diciembre, Nochebuena.


¿Qué trato hay que darle a la información de un amigo?
Sucede que los periodistas, los que de verdad son periodistas y no solo profesionales de la comunicación, somos también personas. Sucede que si tu aprecias a alguien será muy difícil emitir una opinión negativa sobre él. Y, aunque no tengas que emitir ninguna juicio, tus simpatías por esa persona te condicionarán la forma de presentar la pura y desnuda información.
Un buen profesor de la Facultad de Ciencias de la Información me enseñó que la objetividad no existe porque, entre otras razones, somos los sujetos quienes elaboramos las informaciones, las noticias. Hablemos de lo que hablemos, inconscientemente, mostramos más simpatías por una parte que por su contraria o viceversa. Más aún si se trata de un amigo.
Si nuestro amigo es un futbolista de gran nivel – por poner un ejemplo – y ha hecho un muy mal partido, si su actuación ha sido nefasta en un encuentro verdaderamente importante, no nos va a apetecer ni tan siquiera sacar el tema. Pero ¡ojo!, no vamos a negar el derecho a la información.
Somos periodistas. Y debemos presentar ese hecho. Y somos personas, y estamos en nuestra legítima opción de no participar en él. Me explico, siguiendo con el mismo ejemplo.
Si tenemos un programa deportivo es obvio que si el partido era importante y que si nuestro amigo es un jugador de gran nivel y ha hecho un mal partido, eso es noticia. Tu audiencia – no en términos numéricos, sino como personas que esperan de ti una información – precisará una interpretación de los hechos y, en el deporte, también una opinión.
Mi concepción del periodismo me dice que hay que poner sobre la mesa ese tema. ¿Cómo os explicáis el pobre rendimiento de Menganito en el partido de anoche? Serán muchas las opiniones vertidas por parte de colaboradores y contertulios del programa. Muchas de ellas, las negativas, te dolerán como amigo que eres de ese futbolista. Mantenerte al margen no lo veo como una opción posible. Si cada vez que la actualidad te salpica de cerca, te apartas, búscate otra profesión.
En este respecto me gusta mucho la fórmula empleada por el periodista radiofónico de la Cadena SER José Ramón de la Morena. Cuando se trata de hablar sobre noticias que afectan a amistades suyas siempre dice: “sabéis que yo, en lo que respecta a Menganito, no puedo ser objetivo porque lo aprecio mucho. Su actuación en el partido de ayer…”
Somos periodistas y ponemos el tema en la palestra, somos personas y no podemos apartar nuestros cariños y nuestras repulsas hacia determinados individuos. Cuando, por la razón que sea, la subjetividad puede inundar más de lo normal la información que damos, la solución no es evitar el tema. Peor aún es dar esa información, cargada de subjetividad, como una información pura y dura, con apariencia total de objetividad.
En mi modo de entender esta profesión, creo que lo mejor es poner a la audiencia en aviso de tus palabras van influidas por el afecto hacia ese jugador, ese artista, ese político. Afecto que va más allá de su profesión y la tuya y que, por tanto, es personal. Es algo de lo que no te puedes desprender.
Dar una información poniendo en sobre aviso al oyente de la posible subjetividad de tus palabras, no es faltar a los principios del periodismo ni a la ética de esta profesión. Es justo lo contrario. Es admitir que tú, como persona que eres, hay veces que no puedes alejarte lo suficiente de ciertos temas de actualidad.
Faltar a la ética es, como ya he dicho, dar la información sesgada – evitando la parte de las críticas a nuestro amigo – o no darla. O presentarla como objetiva cuando está totalmente mediada. Eso sí es no respetar a tu audiencia.
En una sociedad de la información en la que la gente, cada vez más, demanda de los periodistas la interpretación y la opinión, tenemos que dejar claro cuál es nuestra predisposición inicial en según qué temas.

Amistades y rigor (I)


Martes 23 de diciembre.


En el desarrollo de la actividad periodística, unas veces sin quererlo y otras buscándolo, vamos conociendo a personalidades famosas, populares para el gran público. En algunos casos, casposillos del tres al cuarto que únicamente buscan la repercusión mediática con ánimo de lucro. En otros pueden ser actores, deportistas, políticos que comienzan su andadura por estos lares del famoseo y a los que tampoco les viene mal una ayudita mediática. Eso sí, entre los casposillos y éstos, media un abismo: los segundos han llegado hasta ahí por méritos propios mientras que los otros acaparan flashes por perder su dignidad a favor de una relación con algún personaje famoso.
El tercer caso es el del gran personaje. Actores – y actrices –, periodistas, deportistas, políticos, escritores, pintores, toreros, cineastas, etc. que lo han sido y lo son todo en el mundo en el que se mueven. Leyendas vivas dentro de su profesión. Gente que desarrolla su actividad profesional más que desde el punto de vista del trabajo, desde una perspectiva mística: tienen un don, nacieron con una magia, que los convierte en genios. Imagínense el caso de Robert Refford, Berlanga, Miquel Barceló, Iñaki Gabilondo, Adolfo Suárez, Rafa Nadal o Iker Casillas…
No es el propósito de esta entrada establecer una diferencia en grupos entre aquellas personas conocidas por las masas. A eso ya me dedicaré más adelante. Lo que quiero es dejar algunas de mis ideas claras.
Bien – retomo la intención de esta actualización -, en nuestro periodistiquear diario es posible que terminemos conviviendo con alguno de estos tipos de famosos. Yo, desde mi inexperiencia o corta experiencia, puedo decir que a algunos ya conozco. Desde mi punto de vista, la vulgaridad es la nota predominante entre todos ellos. A veces te preguntas por qué arrastran masas. Sinceramente, he tenido dificultades para llevarme de mis coleteos por el glamour madrileño alguna experiencia medianamente intelectual.
Al principio todo te parece mágico. Todas esas personas conocidas, famosas. Hombres y mujeres que empapelan paredes de quiceañeros y quinceañeras. Después llegas a casa y quitas tus posters al conocer en la distancia corta al protagonista de ese poster.
Sin embargo, a veces te encuentras con increíbles excepciones. Y, normalmente, suele pasar que provienen de ese tercer grupo: los referentes, los que lo son todo. Aquellos que más te impresionan, los que pueden llegar a ser auténticos mitos vivientes…son los que más cercanos se muestran en ocasiones.
Te acercas con prudencia, respeto y admiración. Y resulta que son ellos los que se cargan toda la cortesía y te dicen algo así como: “pero hombre, si yo no soy nadie. Lo que pasa es que la gente me ha dado fama”. Aunque no vuelvas a cruzar más palabras en tu vida con esa persona, te llevas una lección vital tremenda.
Ocurre que, en algunas veces, termina existiendo una buena química. Que ese famoso, ese gran periodista o ese gran escritor, o ese genio del celuloide, descubre en ti las suficientes capacidades personales como para querer llamarte una tarde y tomar algo contigo. Sabe que no eres de ese mundo del famoseo y quizá sea lo que realmente valora en ti.
Se fragua una amistad. Tú como periodista terminas viendo a esa persona no como una estrella en su campo, sino como un amigo tuyo. Y con frecuencia su nombre saltará a la portada de la información. Y sus trabajos siempre aglutinarán críticas positivas y negativas… y tú como periodista ¿qué haces? Y como amigo, ¿qué haces?

Mi primer reportaje, reportaje serio


Lunes 22 de diciembre

Hoy ha sido el día de alegría, el día en el que más felicidad y jovialidad desbordan los telediarios. Realmente, todos los 22 de diciembre son jornadas de júbilo entre un puñado de afortunados con el reparto del Sorteo Extraordinario de Navidad de la Lotería Nacional. Satisfacción basada en algo tan perecedero y material como es el dinero, pero más que comprensible. ¿Quién no descorcharía una (y dos y tres también) botella de champán si llevase uno de esos décimos premiados?
Aquel que no ha resultado agraciado debe consolarse con hojear mañana algún periódico y comprobar si la fortuna lo ha tocado de refilón en forma de pedrea o, también muy recurrido hoy, puede decir lo de lo importante es tener salud.
En mi caso, soy uno de los segundos. Me temo que he de continuar otro año más siendo tan pobre como el que más. Y de salud…bueno, ahí vamos. Sin embargo, a estas horas de la noche, cuando ya acaba el día, me siento satisfecho. Es la sensación que he tenido cuando he acabado de leer mi primer reportaje serio. Sí, el primero.
En la carrera de periodismo, de vez en cuando, los profesores solicitan ciertos trabajos similares a los que entregan los periodistas en una redacción. En la mayoría de las ocasiones eres consciente de que entregando cualquier cosa medianamente aceptable, tu profesor, te calificará bien. Son muy pocas las ocasiones en las que un profesor te motiva tanto que decides trabajar como un PERIODISTA, con mayúsculas.
Entre otros trabajos, este año nos pedían hacer un reportaje objetivo. De esos que solemos leer en los dominicales y suplementos de la prensa escrita. Yo quería hacer un buen reportaje, quería llevar a cabo algo más que un relato con características de reportaje objetivo.
Concibo el periodismo como Ryszard Kapuscinsky; es decir, cada crónica, cada relato, cada obra periodística debe tener un objetivo. La acción del periodista debe ser intencional.
Mi reportaje se llama “Cuando la realidad da por culo”. Intento poner de manifiesto las dificultades que se le presentan a un adolescente gay. Encuentra tanto rechazo en su mundo real, en su realidad, que necesita crearse otra realidad paralela a través de chats o de salidas nocturnas a escondidas. Termina viviendo una parte de él en la clandestinidad.
Si soy sincero, esta no era mi primera opción de reportaje. Terminé por decantarme al estar con un amigo gay. Al ver como su día a día estaba lleno de trampas, de pequeños detalles, que mermaban su calidad de vida. Decidí, de esta modesta manera, homenajearlo.
Mi conocimiento acerca del mundo gay era, más bien, escaso. Empecé a documentarme sobre adolescentes gays. Visitar webs, ver estadísticas y sí, también entrando en chats. Me sentía periodista. En una libreta apuntaba todo los datos. Tenía post-its por todo el escritorio. Llegué a obsesionarme con el reportaje, a todos mis amigos les hablaba, les contaba las historias que me contaban a mí. Incluyo bromeaban conmigo diciéndome que al final yo…jaja.
Alguna de las historias que escuche por teléfono o me contaron a través del Messenger fueron estremecedoras. Sentí verdadero sobrecogimiento por algunos de esos chavales. Jonny, de trece años, fue el que más me impactó. Pero yo no quería ser el amarillento periodista de un tabloide británico, aparté los detalles más escabrosos de mi reportaje. Si al leerlo podemos pensar que es duro – vulgar en algunas ocasiones por el léxico empleado –, en verdad digo que he omitido aspectos que provocarían en el lector la misma angustia que sentí yo al conocerlos.
Pero mi fin no era ese. Mi fin era dar a conocer, no una historia puntual, sino una situación: la de muchos chicos adolescentes que no pueden decir aquello que sienten, por mucho que su entorno presuma de progresista.
Durante más de tres semanas he estado inmerso en este mundo, llegándome – incluso – a mover por esos ambientes cual homosexual de mi edad.
Esta actividad, la periodística, tiene sus ventajas – conocer a famosos, estar cerca de quiénes son tus ídolos, ser leído o escuchado por mucha gente… – y también sus inconvenientes. Lo de andar por estos ambientes, lo de tener que conocer a chicos gays de otras partes de España, buscar estadísticas etc. no ha supuesto, para mí, ningún inconveniente. Estas tres semanas he aprendido más que en meses detrás del vacuo mundo del famoseo.
Asique hoy, en el día de la lotería, estoy contento. Contento con mi primer reportaje realizado como un periodista de verdad, de los de nacimiento. Quizá el título irrite al profesor, o tal vez alguna falta de puntuación o, sin ir más largo, no sea un reportaje objetivo… da igual Todo eso me da igual. Que los suspenda si quiere. Mi satisfacción hoy no va a residir en algo tan efímero como el dinero o una nota académica. Mi satisfacción está en las felicitaciones de aquellas personas que lo han leído y, especialmente, en el agradecimiento tácito de quien me inspiró para llevar a cabo este reportaje.

Hoy, yo también estoy henchido de alegría.